Hasta ellos pasan malas rachas. Sé de antemano que mi matrícula de la universidad el año que viene va a costarme un 10% más que antes. Que el abono transporte ahora me cuesta 2.5 euros más que el mes pasado. Sé que mis padres, mis tíos, mis primos pueden ser despedidos al menos descuido, y empezar de cero a buscarse la vida. Sé que las próximas generaciones no van a optar a una educación pública digna, como la que yo he tenido la inmensa suerte de vivir. Estamos carentes de una sanidad pública solvente ahora, así que no hablemos del futuro. Sé que cuando el nivel de vida sube, nosotros bajamos. Sé que algún compañero de clase, tal vez el año que viene no pueda estar sentado a mi lado porque no tenga dinero para pagarse la matrícula. Sé que si eres funcionario, tu sueldo ha bajado un 5% hace un par de años. Sé si quieres ser profesor en la pública... ahí sí que eres un verdadero soñador. Y además, lo que más me duele, es que nuestro rey vive como él quiere. Que los diputados no han tenido bajadas salariales. Que los senadores están ahí y no saben ni cómo ni porque... ni para que. Que los ministerios con más gastos siguen ahí, impolutos. Desde luego, si me quedaba algún resquicio de esperanza en cierto partido político, se ha esfumado. Ah, por cierto, seguimos siendo cinco millones de parados. Y si no me equivoco el IRPF ha subido. Pero, tengo que decirlo, lo que más me alucina es que la gente de a pie, la gente que va a sufrir el precio del abono, de las matrículas, de una sanidad deficiente, de una mala educación pública, les apoyen. Les apoyen y les entiendan. Yo no sé que entiende la masa. El Estado no favorece al ciudadano, pero el ciudadano, en un sentimiento patriótico, en un sentido racional, lo apoya. Yo, perdonen la dureza, lo veo más ligado a la ignorancia. Me da igual que España no esté al nivel de Europa, de EEUU, y de la China Popular. Lo que quiero es poder vivir tranquilo, y de una manera digna. Poder ir al cine dos veces por semana y poder comprame un bonobus.
El día que entendáis el daño que hacen, y que os van a hacer, me entenderéis a mi. Lo primero, ante todo, el pueblo. Ante todo los ciudadanos. Luego el Estado. Luego Europa. Luego la rivalidad. 
Nunca entenderé a un hombre de clase media que defienda y entienda los recortes que se han hecho. Me parece antinatural. 
La próxima vez que llevéis una papeleta a una urna, por lo que más queráis, pensadlo dos veces. Os juro, que pese al descontento del resultado del 20-N, tenía esperanzas puestas. Esperaba una recuperación, buena voluntad y buenas decisiones. Y unos pocos meses después no entiendo que queden tres años y medio aún. Un voto es tan vital como una sonrisa para un enamorado. No votar hace daño al Estado y a los ciudadanos. Así que, desde mi esquina de Internet, solo pido una cosa: Que despertéis
Por lo menos nos queda la música. 


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