¿Hola, Hola?

Cuando tenía doce años, llevaba disfrutando de una habitación para mi solo un par de cursos, y la verdad es que gané una independencia increíble. Pero me faltaba algo. Siempre he sido un loco por la música, así que pedí por navidades una cadena de música. Nunca lo olvidaré. Es de estos regalos que aunque los pides no los esperas. Me regalaron una cadena Sony, preciosa y pequeña, que cabía en mi estantería. Con ella, iba también un disco de Andrés Calamaro, "El Palacio de las Flores". Ese gesto, se podría decir claramente, que cambió mi vida.


Me pasaba horas enteras oyendo música, robando discos a mis padres, y dejándome el dinero que conseguía en CDs de todo tipo. Bob Dylan, Nirvana, Scorpions, y también me descargue en torno a un millón de discos. Vivía en mi nube de rock. Pero en las horas en las que tenía que estudiar, la música no me ayudaba, así que empecé a indagar en el mundo de la radio. Descubrí por mi cuenta cadenas de música comercial, y algún que otro programa interesante de cine, pero sin duda la música le comía el terreno a todo lo demás.

Un día, en la típica comida familiar en casa de la abuela materna, comenté que no sabía qué oír en la radio. Mis tíos, allí presentes, me dijeron que ellos a mi edad empezaron a oir un programa de radio, en la Cadena SER, que se llamaba Carrusel Deportivo. "Lo presenta Paco González y sale Manolo Lama" me decían mis tíos. "Esos son los que comentan el FIFA" pensé yo. Me desvelaron el secreto de la onda. 105.4. Y el sábado entre las 5 y las 6 de la tarde, puse esa frecuencia. 

Ese gesto si que cambió mi vida. "¡Hola Hola!", bramó un tal Pepe Domingo Castaño. "Comienzaaaaa, Carrusel Deportivooo". El de los goles, el de la emoción, el de del espectáculo, el del sonido INCONFUNDIBLE. 

Y entré en su mundo. En la Primera Hora de los sábados, en las narraciones de Lama, en los partidos de  Oli y del Barça, de la Champions entre semana. Me sumergí en un mundo que admiraba con todo mi ser. Eso no era periodismo deportivo. Eso no era humor, ni fútbol ni baloncesto. Eso era RADIO. Y desde entonces, quise que la Radio fuera parte de mi vida. Y lo ha seguido siendo desde entonces. Por las noches, con el Larguero y con Joseba, no podía pensar que hubiese gente tan graciosa y tan ácida capaz de estar 12 horas hablando de futbol. Descubrí que a mi me gustaba la Radio, no el fútbol.

Fui a verlos varias veces como espectador, sentado detrás de Paco González, mirando de reojo a Pepe Domingo y Armenteros. Viendo en directo como mis ídolos hacían esos anuncios en directo, improvisados, que te levantaban una carcajada. ¿Reirte al oir un anuncio de encimeras? ES POSIBLE. 

Sin duda, fue por aquel entonces cuando decidí que quería estudiar periodismo... no, no. Fue entonces cuando supe que quería trabajar en el periodismo. 

Pero hubo más. En 2008, con 17 años en verano, transcurrían los JJOO de Pekín. Todas las noches, escuchando El Larguero con Joseba, a punto de quedarme dormido, sonaba una sintonía en torno a la 1 de la mañana, y sonaba la poderosa voz de Manolo Lama. Todas las noches tenía que levantarse para hcer un resumen del día en los JJOO. Pero también hablaba de lo que era Pekín. De las mentiras tras los juegos. Del mercado de la Seda. Todas las noches pensaba si algún día yo podría ser tan grande como lo ha sido Manolo Lama. Y siempre he pensado que ojalá tuviera una oportunidad para poder hacer alucinar a algún niño que oye por primera vez la radio. 

Esta siendo la semana de mi vida en la que veo que mi sueño de escribir una crónica, de tener una acreditación, de trabajar como periodista, se pueden hacer realidad. Me da tanto miedo como ilusión. Probalbmente las cosas no fluyan, o probablemente sí, pero teníais que leer esto, para saber lo que se siente. Porque tengo claro que nunca seré ni la mitad de lo que es Manolo Lama o Paco González, pero espero poder llegar a ilusionar a alguien al menos la mitad de lo que yo he sentido. 

Y si todo esta idea saliese bien, me gustaría decir muchas cosas. Pero aunque no salgan, quiero decirlas igual. Gracias a mis padres por gastarse el dinero en una cadena para mí, y gracias a mis tíos, Pedro y Paz, por enseñarme lo que desde hace ya tanto tiempo ha sido mi sueño. 

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